martes, 26 de octubre de 2010

Seminci

Estos días está teniendo lugar en Valladolid el festival de cine (Seminci), es la primera vez que por razones que no vienen al caso en venticinco años no estoy pudiendo asistir a la misma, soy un espectador callejero. Lo estoy viviendo de forma extraña, cuando asistía era parte activa de la fiesta que en estos momentos está montada en esta ciudad en torno al cine, hay discusiones en la salas previas a las proyecciones,  opiniones sobre las películas que se han visionado, quinielas diagnosticando premios, somnolencia de aquellos asiduos, aburrimiento al final del día, participación en ruedas de prensa, mesas redondas... es como si la vida durante esta semana se rigiera únicamente por esa magia que se proyecta en la pantalla, pareciera pues como si ésta tuviera vida propia y los participes fueramos comparsas necesarios. Uno termina la semana cansado, hastiado pero satisfecho, con la extraña sensación de haber participado en algo único e irrepetible; haber visitado otros usos, costumbres, culturas diferentes, percepciones distintas; haber percibido las cosas de distinta manera que el vecino de turno o el contertulio de la siguiente proyección, en definitiva uno parece sumergirse en ese mundo mágico y quedar atrapado dentro de él. Este año, en cambio, la sensación es de envidia cuando veo las colas para entrar en las salas, esperanza para el día siguiente, angustia por el paso de las jornadas y las proyecciones, pero también de alegría sabiendo que en este rincón castellano está teniendo lugar uno de los festivales cinematográficos importantes de España y que el próximo año volverá a empezar

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