martes, 26 de octubre de 2010

Seminci

Estos días está teniendo lugar en Valladolid el festival de cine (Seminci), es la primera vez que por razones que no vienen al caso en venticinco años no estoy pudiendo asistir a la misma, soy un espectador callejero. Lo estoy viviendo de forma extraña, cuando asistía era parte activa de la fiesta que en estos momentos está montada en esta ciudad en torno al cine, hay discusiones en la salas previas a las proyecciones,  opiniones sobre las películas que se han visionado, quinielas diagnosticando premios, somnolencia de aquellos asiduos, aburrimiento al final del día, participación en ruedas de prensa, mesas redondas... es como si la vida durante esta semana se rigiera únicamente por esa magia que se proyecta en la pantalla, pareciera pues como si ésta tuviera vida propia y los participes fueramos comparsas necesarios. Uno termina la semana cansado, hastiado pero satisfecho, con la extraña sensación de haber participado en algo único e irrepetible; haber visitado otros usos, costumbres, culturas diferentes, percepciones distintas; haber percibido las cosas de distinta manera que el vecino de turno o el contertulio de la siguiente proyección, en definitiva uno parece sumergirse en ese mundo mágico y quedar atrapado dentro de él. Este año, en cambio, la sensación es de envidia cuando veo las colas para entrar en las salas, esperanza para el día siguiente, angustia por el paso de las jornadas y las proyecciones, pero también de alegría sabiendo que en este rincón castellano está teniendo lugar uno de los festivales cinematográficos importantes de España y que el próximo año volverá a empezar

viernes, 15 de octubre de 2010

Aquel año irregular

Aquella primavera se negaba a llegar, el frio, la ventisca, la lluvia, los días grises fueron una constante durante aquel mes de abril,casi todo mayo y buena parte de junio, parecía como si el tiempo se hubiera vuelto loco; mientras que el invierno había sido amable, brilló el sol casi todos sus días, el frio apenas inquietó, la gente se impacientó tanto en diciembre como en mayo; con el tiempo parcía haber cambiado también las impresiones que el personal tiene habitualmente en una u otra estación, la alegría, las ganas de vivir, la sensación placentera de los primeros rayos de sol habían sido corrientes en enero y febrero. La oscuridad, el recogimiento, el refugiarse del temporal, en cambio, imperaron en abril y mayo. Todo parecia cambiado, la muerte, incluso aparecía con más frecuencia en los meses que debieran ser floridos y verdes, también el amor y las muestras de cariño se hicieron más frecuentes durante los meses invernales, pareciera como si la sangre se hubiera alterado en los primeros meses del año. Todo aparecia cambiado,era como si alguien hubiera equivocado los meses, nadie, ni siquiera los científicos tenían un explicación lógica para aquel extraño fenómeno metereológico. Llegó por fín el verano, el miedo y el desconcierto fueron las sensaciones de recibimiento de la nueva estación. Al poco de comenzar el sol dio un primer aviso de su llegada, poco a poco éste se hizo más patente dejando claro que esta estación era normal, incluso se radicalizó por su extremada dureza, todo hizo suponer entonces que la vida seguiría con normalidad pese a tener pequeños o grandes accidentes. Como siempre se fueron sucediendo los meses con sus conocidas fiestas, cada celebración se hizo en la fecha que correspondió y pese hacer calor o frio la navidad se festejó en diciembre, a mayo se le siguió conociendo como el mes florido mientras que julio y agosto fueron los meses de  playa y  bañador, el crepúsculo anual llegó como siempre con el otoño, esa incierta y nostalgica estación.

lunes, 4 de octubre de 2010

3 de octubre

3 de octubre, un día cualquiera de un mes como otro de los doce anuales, pero ayer era la fiesta de muchos pueblos, se celebraba la Virgen del Rosario, de entre todos los pueblos también era la fiesta del mio, Navamorales, un pueblo perdido al sur de Salamanca, no tiene nada de particular, simplemente es mi pueblo. Recuerdo además esa fiesta, era lo que esperabamos todos los niños del pueblo, ese era día de estreno, los zapatos, quizá un pantalón o jersey, que sé yo..., era un día de ilusión para los niños que corriamos a misa con los "majos"  para ver a las chicas y para compararte con los amigos. Era dia de despilfarro, bien entendido, ese día nos podiamos gastar un duro (cinco pesetas), para nosotros un mundo, estabamos creciendo con la miseria de los sesenta, no teniamos absolutamente nada, nada de nada, ni material ni mucho menos espiritual o intelectual, viviamos en la más miserable de las pobrezas, aquella que no hacía crecer en los niños la inquietud, la curiosidad, el interés por descubrir otros mundos, eran los tiempos del catecismo del padre Astete, de la enciclopedia Alvarez, de la leche en polvo americana. Fue una infancia feliz porque no teniamos necesidad de otro mundo que aquel en el que cada día nos encontrabamos, de ahí que cada primer domingo de octubre me lleve aquella infancia y a la ilusión de la llegada de la fiesta del pueblo. Siento en este primer domingo de octubre una rancia nostalgia.

viernes, 1 de octubre de 2010

Lo que cuesta...!

La verdad es que hice un acto de buenas intenciones, me propuse hacer de este blog un confesionario diario en el que verter algunas de mis ordinarias, peregrinas e inútiles ideas, poderlas compartir darlas aire; hoy después de 48 hs. veo que es harto difícil, exige una dura disciplina de trabajo, una firme voluntad de sentarse ante este pc y exprimir tus ideas, tus más hondos recovecos en busca de  algo digno, nuevo, luminoso, distinto; de ahí el aprecio, la admiración que siento por todos los que sois capaces de hilvanar historias, escribirlas y hacernosla llegar a todos para disfrute y aprendizaje de lo que narrais,de lo que inventais, para conocer de vuestra imaginación y trabajo. Gracias por esos momentos que me habeis hecho disfrutar y también por aquellos que me obligasteis a mantener firme mi propósito de seguir una de esas historias aunque ésta no fuera de mi agrado. Salud para todos y no cejeis en vuestro empeño.