miércoles, 9 de marzo de 2011

Aquellos años...

Aquellos tristes años de mi infancia, esa educación de la que soy hijo, esa negrura del día a día, aquella lucha constante por la supervivencia, esa falta de ambición en toda la sociedad, al menos en la rural, aquella que me toco vivir, esos días grises, esos miedos pegados a los cuerpos enjutos de los adultos, aquellas ambiciones por superar el día a día, ese afán por apagar el hambre físico, el espiritual ya estaba suficientemente abonado y cultivado por la Santa Madre Iglesia, el político no era necesario en aquellos tiempos las ideas políticas eran cuestión de Estado unicamente. Las inquietudes eran más bien pobres, no iban más allá de las también pobres ambiciones que se cocinaban en cada individuo, ni siquiera la felicidad era una de las principales metas a alcanzar, unicamente la supervivencia, saciar las necesidades primarias, el resto de cuestiones eran secundarias.
La educación era cuestión de orden público, estaba amparada por la administración, ella alimentaba el espíritu conformista y pobre que imperó en la España de esos cuarenta años en los que la historia se escribia en blanco y negro, se trasmitía en radios y desde el ministerio de información. Fueron años de formación del "espiritu nacional" , tristes, grises, sin nada que ofrecer y muchas cosas que cercenar, ellos se encargaron de hacerlo desde la más tierna de las formaciones para crecer en aquella única dirección. ¿Quién  puede tener nostalgia de aquellos días?, ¿cómo se puede añorar ese tiempo de tinieblas pobre y brumoso?. Hoy quizá no estemos en el mejor de los mundos pero al menos superamos aquellos días pobres, tristes, grises y aculturales, desinformativos y antieducativos. Siempre esperé que lo supieramos aprovechar, quizá llegó el momento de ponerlo en duda, aunque bien pensado...hoy al ser libres algunos no han querido ni ser hombres ni permitir que otros lo fueran.

1 comentario:

  1. De nuevo tu relato me estremece.

    Evocar aquel tiempo me zarandea los recuerdos, el alma y las ideas. Y, a renglón seguido, me resulta inevitable formularme una vez más la tremenda pregunta que es clave y frontispicio en cualquier existencia: ¿Y ha valido la pena?

    Entonces una niebla de incertidumbre lo invade todo; difumina las formas y cambia los perfiles, como si de una mañana cualquiera de invierno de nuestra fría Castilla se tratara.

    Todo se queda entonces mudo,absorto,suspendido en la nostalgia;levitando débil y temeroso; aterido ante la posible respuesta aplastante.

    Entonces me vuelvo a echar un poco de vaho en los dedos que se me han quedado entumecido, me cargo a la espalda el ayer, pienso en mañana y sigo garabateando como si en realidad quisiera escribirle una carta infinita a la vida.

    Es así como logro que mi cansado sol logre una vez más abrirse paso entre el espeso celaje que me abruma.

    Es muy de agradecer lo que nos cuentas y lo que eso, al menos a mí, me provoca. J.Y.

    ResponderEliminar